domingo, 10 de diciembre de 2006

Krishnamurti y la revolución de la Libertad Total

En anteriores post habíamos llegado a la conclusión provisional de que la única forma de alcanzar un conocimiento real era avanzar en el autoconocimiento. El invitado de hoy, Jiddu Krishnamurti (a la izquierda), llevó algo más lejos las implicaciones de esto a lo largo de los cerca de 70 años que estuvo difundiendo sus teorías al modo oral socrático, insistiendo continuamente en la necesidad de que nadie siga ni caminos ni líderes (ni siquiera a él mismo), predicando sencillamente libertad total.

Antes de empezar, es necesario indicar que pese a que tenga un nombre indio y efectivamente proviniera de una familia de Brahmanes, Krishnamurti no tiene nada que ver con el hinduismo, y de hecho atacó de continuo no solo a las Iglesias sino a todas las religiones, como elementos creados por el pensamiento y, por tanto, no reales.

Cuando habla de libertad, Krishnamurti habla de “libertad total”. La idea es que se puede ser libre respecto de alguna cosa inconveniente o desagradable, como los impuestos del malvado Estado o la sustracción a los trabajadores de su plusvalía por los malvados empresarios, pero eso no es realmente “libertad”, puesto que en realidad lo que genera es una “reacción” contra aquello que la coarta, y en la reacción no puede haber libertad, puesto que uno está condicionado por la misma necesidad de reaccionar. La libertad, por el contrario, es un estado de la mente: libertad para dudar y cuestionar todo. Una libertad así implica estar completa y creativamente solo. No se trata de aislamiento, sino de “soledad”; y a fin de estar internamente solo, uno debe morir para el pasado. La soledad interna equivale a detener el diálogo interno, ese que conforme a los constructivistas está generando lo que llamamos "mundo objetivo", y que para Castaneda lo genera pero "literalmente".

Por eso, Krishnamurti parte de la base de que el individuo no es libre, puesto que se haya por completo condicionado y que lo normal a lo largo de la vida es sustituir un condicionamiento por otro, o ni tan siquiera eso. Su idea es que la solución no está en sustituir sino en eliminar ese condicionamiento, como única manera de ser libre. El condicionamiento no es cuando a media tarde te entra el antojo de comer chocolate y no puedes resistirte. Va un poco más lejos: el condicionamiento es “toda la mente”.

Razona que la mente es lo que debe preocuparnos, puesto que el pensamiento, basándose en la memoria, la experiencia, el conocimiento…, solo puede aportar soluciones viejas a los retos futuros. El pensamiento, por tanto, no es nunca nuevo y está condicionado. Coincide en esto Castaneda con él (o lo copia, quien sabe), quien incluso llegó a afirmar que la mente era una imposición foránea predatoria. Eliminar la mente se convierte así en el primer objetivo necesario para conseguir libertad, amor, fluidez, creatividad... Los días, para ambos, deben ser vividos como si fueran los últimos.

Aquí vemos un extraterrestre del estilo "gusano cerebral" atareado en eliminar los pensamientos de un humano con cara de necesitar cierto crecimiento personal. Según Castaneda, los que tienen mejor cara (normalmente todos) tienen a su vez detrás una entidad energética llamada "volador" que nos suministra pensamientos a cambio de consumir nuestra energía cuando la movilizamos para cubrir las necesidades de su ego.

Una vez se consigue esa revolución que es parar el pensamiento, la realidad es comprendida como un todo, puesto que es la mente quien la ha ido dividiendo y creando las fronteras en ella (holismo frente a mecanicismo). Por ello, la proposición de Krishnamurti es un crecimiento individual en conciencia hasta alcanzar ese estado de comprensión en el que no hay división ni condicionamiento. Ese es, según él, el único camino posible para solucionar cualquier problema del mundo. Así, por ejemplo, resultaría absurdo que un soldado israelí persiguiera a tiros a un “hondero” palestino, puesto que ni él sería israelí, ni el otro palestino, sino los dos un todo común. No habría razones para procurar el bienestar de una parte a costa de otra parte, porque no habría partes. Es la mente quien ha creado la nacionalidad, la raza, la clase y todos los patrones culturales a insertar en cada casilla con los que el individuo se identifica. Si la separación y la consecuente identificación ilusoria desaparecen, desaparece también el conflicto. Y la generación que surge es una que puede habérselas con los problemas de la vida encarándolos como una totalidad, no como partes aisladas y no relacionadas con lo total. Esa generación comprendería que lo malo es la violencia “en sí”, y no la ejercería.

Quizás vendría bien recordar aquí la frase que espada rota escribe a sin nombre sobre la arena en Hero, antes de que el segundo se encamine a asesinar al rey de Chin, que trata de dominar a los otros seis reinos chinos. Espada rota, que se opone al asesinato, escribe: “Todo bajo el cielo”. A través del dominio del arte de la espada, él ha dejado de ser un vengativo ciudadano de Zhao para convertirse en un ser humano (interpretación libre).

¿Pero qué es lo que está pasando en realidad?

Krishnamurti dice que “estamos produciendo un ser humano por medio de un molde: un ser humano cuyo interés principal es encontrar seguridad, llegar a ser alguien importante o divertirse con la mínima reflexión posible. Estas metas ponen fin a la espontaneidad y engendran miedo, el cual bloquea la inteligente comprensión de la vida. Todo esto es así porque la educación convencional torna extremadamente difícil el pensar independiente”.

La educación, tanto en familia como en la escuela, genera dependencia (¡haz esto!, ¡sé aquello!), y la dependencia genera inevitablemente miedo (no me querrán si no hago o soy esto o aquello). El miedo debe existir por fuerza en tanto haya un impulso de ser o llegar a ser esto o aquello. Pero solo en un ambiente de seguridad puede un niño aprender.

Y “solo una mente que investiga es capaz de aprender. Cuando la investigación es suprimida por el conocimiento previo o por la autoridad y la experiencia de otro (ya sea el político, el sacerdote, el profesor o el científico), el aprender se vuelve mera imitación y la imitación hace que un ser humano repita lo aprendido sin experimentarlo”.

Sin embargo, lo que la educación nos enseña es el enfoque mecanicista. Respecto a ello, Krishnamurti opina que “el intento de resolver los innumerables problemas de la existencia en sus respectivos niveles, separados en diversas categorías, denota una absoluta falta de comprensión”. Así, en clara coherencia con la teoría de sistemas (y eso bastantes décadas antes de que ésta se formalizara) Krishnamurti opina también que “lo total no puede ser abordado a través de la parte, que es lo que intentan hacer los gobiernos, las religiones organizadas y los partidos políticos autoritarios”.

Concluye que “únicamente puede haber paz duradera entre seres humanos integrados y libres de miedo, pero nuestra educación nos torna serviles, mecánicos, profundamente irreflexivos, incompletos, atontados y faltos de creatividad”.

La percepción universal, global de todos los seres humanos y de su relación mutua, por otro lado, sólo puede surgir cuando palabras tales como nación, tribu, religión, han desaparecido.

Por todo ello, esta maravillosa idea tiene la virtud de no gustar a ningún grupo político, sea del signo que sea, ya que precisamente la idea de Krishnamurti es que los ideales/ideologías deben ser eliminados. Un ideal, además de estar creado ilusoriamente por el pensamiento, fuerza a “lo que es” a adaptarse a “lo que debe ser”, por lo que genera inevitablemente conflicto. Las revoluciones políticas, económicas o sociales, tampoco son la respuesta, al sustituir un condicionamiento por otro.

Por tanto, ¿cómo conseguimos parar el pensamiento sin convertir esto en un ideal?; Si lo convertimos en una meta, generamos conflicto…

La respuesta de Krishnamurti es “conociéndose”. Observando las reacciones de uno mismo en la relación con el medio. No basta observarse cuando se está solo, sino que hay que hacerlo en la relación, porque el ser humano solo existe en la relación. Hay que conocerse y aceptarse: observar el mecanismo del pensamiento y entenderlo. Esto no tiene nada que ver con “pensar sobre uno mismo”. La autorreflexión y la auto-observación son cosas completamente diferentes, e incluso opuestas.

La atención es el mecanismo de que disponemos para la observación (no confundir con la concentración, que es analítica y divide). La atención debe desviarse de la memoria y la tradición. Solo cuando la mente deja de estar esclavizada por estas dos, la atención permite que el silencio de con ella, y eso abre la puerta a la creación. Pero hay que entender que la religión, el símbolo, las tradiciones, las aspiraciones, frustraciones, hábitos y demás están arraigadas en el inconsciente. Ese inconsciente, o “mente oculta”, es mucho más vital que la mente superficial con la que habitualmente estamos en contacto, es mucho más poderosa. Solo cuando se comprende lo superficial y lo oculto se puede ir más allá de las limitaciones personales. Además de la clara influencia freudiana, esto equivaldría mucho más al “recuerdo de sí mismo” de Castaneda, y a la personalidad y la falsa personalidad de Fritz Perls.

La atención debe centrarse en el sujeto que atiende: el observador. El desencadenante sobreviene cuando se comprende que el observador y lo observado son lo mismo. Comprenderlo intelectualmente no sirve de nada: es necesario vivenciarlo. Así, si tengo miedo porque estoy vacío, observo ese vacío y a ese que lo observa y me doy cuenta de que “soy vacío” observándose a si mismo. El conflicto ha terminado.

“Una mente disciplinada nunca es libre, ni puede ser libre jamás una mente que ha reprimido el deseo. Sólo mediante la comprensión de todo el proceso del deseo, puede la mente alcanzar la libertad”.

Respecto a la religión, Krishnamurti opina que la verdadera religión es la búsqueda de “Dios”, de la “verdad” o como guste uno llamarlo, y no la mera aceptación de la creencia y el dogma. “El único y verdadero interés de la religión es la transformación total del ser humano. Y todo el circo que se desarrolla en torno a la religión es una insensatez”.

Y finalmente, preguntado por un joven de 19 años sobre cómo evitar la mediocridad a la hora de iniciar una vida como adulto, Krishnamurti le dice lo siguiente:

“Su vida va a ser muy difícil, mi amigo, y podrá desgarrarlo en numerosas direcciones. (…) Usted puede ser destrozado por esta cruel sociedad. Desde luego, tendrá que permanecer sólo, pero eso puede ocurrir no mediante el esfuerzo, la determinación o el deseo, sino cuando comience a ver las cosas falsas que hay alrededor y dentro de usted: las emociones, las esperanzas. Cuando uno empieza a reconocer lo que es falso, ése es el principio de la percepción alerta, de la inteligencia. Tiene usted que ser una luz para sí mismo, y ésta es una de las cosas más difíciles que hay en la vida”.

Recomendación especial de un denso recopilatorio de disertaciones:

- KRISHNAMURTI. Libertad Total. Kairós 2005.

Pero dado que él quiso que su enseñanza fuera oral, indico también estos documentos que se pueden descargar del emule (hay segundas partes que no pongo):

- JIDDU KRISHNAMURTI [with David Bohm] - The Future of Humanity (Part 1).avi

- Krishnamurti - Interviewed By Dr Allan Anderson On Pbs 1974 - 18 Of 18 (Meditation And The Sacred Mind).mpg

- Krishnamurti.Cómo puede transformarse el cerebro a si mismo.cd1.El mundo de la paz 1-4.avi

miércoles, 8 de noviembre de 2006

Fritz Perls y el enfoque gestáltico

Una de las consecuencias del constructivismo, que afirma que nuestro cerebro “construye” la realidad que percibimos, es que cuando “yo” me relaciono con “tú”, me estoy relacionando en realidad con un constructo mental al que llamo “tú”. Podría ser que tú existieras, pero en todo caso lo que yo percibo como tú no es más que mi mente organizando emociones, sensaciones e ideas.
Veíamos que el enfoque fenomenológico nos obliga a poner entre paréntesis tu existencia y limitarnos a percibir “eso que llamo tú”. Así, la investigación de mis problemas contigo (o con cualquier otra cosa) se convierte inevitablemente en un viaje a mi propio interior. Se trata de “El viaje del héroe” de Paul Rebillot, el que emprende el arquetipo Joseph Campbell: “El héroe de las mil caras”.
En consecuencia, aquí ya no se va a hablar de lo que existe (objetividad), puesto que esa sería una reflexión a realizar en el lugar de destino (si es que existe un destino). A partir de ahora se hablará del viaje en si, cuyo primer paso es despertar las inmensas posibilidades soterradas del “ser”, las potencialidades reprimidas de las que habla Carl Jung: la creatividad. En ello coincidimos con Fritz Perls, de cuya aportación al mundo hoy hablaremos, cuando dice que existen dos necesidades fundamentales en el ser humano: la necesidad de sobrevivir y la necesidad de crecimiento (necesidad que nada tiene que ver con los logros del de la derecha, cuya percepción del dibujo que encabeza el post es evidente).
Por su parte, Rank subdivide al ser humano en tres tipos: el normal (que acepta la voluntad mayoritaria), el neurótico (que ni se identifica con la mayoría ni soporta el aislamiento) y el artista creador (que se afirma en su autonomía). Conforme a Peñarrubia, “el artista representa la más elevada creación de la voluntad y del espíritu combinados. El objetivo terapéutico sería afirmar la voluntad del neurótico, no tanto para adaptarlo a la "normalidad" sino para aspirar al arte”, es decir, para hacerlo crecer.
Partiendo de que el primer tipo de persona difícilmente ha llegado a este párrafo y el último no tiene nada ya que alcanzar, asumo una identidad general de las personas implicadas en esta comunicación en torno al calificativo de “neuróticos”. Y en el bien entendido de que la neurosis, sea del tipo y grado que sea, consume nuestra energía en su propia retroalimentación sin dejarnos utilizarla para cosas más productivas, la considero tanto una barrera como un incentivo para alcanzar el objetivo general que como seres humanos tengamos.
Así pues vamos a comenzar con una propuesta psicológica dirigida a demoler estas barreras, propuesta que parte de la fenomenología y de la teoría de sistemas y que me parece muy interesante: la terapia o enfoque Gestalt.
Yo hago lo mío y tú haces lo tuyo. No estoy en este mundo para llenar tus expectativas Y tú no estás en este mundo para llenar las mías. Yo soy yo y tú eres tú. Y si por casualidad nos encontramos, es hermoso. Si no, no puede remediarse.
Lo anterior se conoce como la “oración gestáltica”, y es altamente recomendable repetírsela unas cuantas veces cada día para evitar que nuestras neurosis sociales nos hagan perder tiempo y energía en nuestra búsqueda. No es ni el padrenuestro, ni un conjuro del Necronomicon ni una oración de poder de Castaneda, pero funciona.
Su creador es el creador de la terapia Gestalt, Friedrich Salomón Perls (Él y su mujer, co-creadora de la Gestalt, nos flanquean en este momento), terapia que a su vez procede de la psicología Gestalt de Wertheimer, Köhler y Koffa, de principios del siglo XX. En la década de los 60, Fritz Perls desvió de las bases psicológicas de la Gestalt una terapia humanista que no puede verse solo como un instrumento de sanación, sino también como un instrumento de crecimiento personal. Pese a que da nombre al presente post, por problemas de espacio no hablaremos nada de la vida, obra y milagros de Fritz Perls, pese a que son considerablemente extensos.
“Gestalt” proviene del alemán y aproximadamente puede traducirse al castellano como “totalidad”, “configuración” o “forma”. La Gestalt es un enfoque holístico que percibe a las personas como totalidades: interrelación de sensación (cuerpo), emoción, intelecto y espiritualidad. En ese sentido, constituye una traducción de la teoría de sistemas a la psicología, por cuanto percibe ese “todo” como algo más que la suma de sus partes. Así, postula que cualquier característica, experiencia, percepción… se halla relacionada con la totalidad del contexto individual.
Al mismo tiempo, la Gestalt, como enfoque muy relacionado con la fenomenología, distingue claramente entre experiencia directa e imaginación. Así, la consciencia, el “darse cuenta”, debe enfocarse en el presente, y considerar los recuerdos del pasado o expectativas del futuro como lo que son: irrealidades. El pasado es una memoria que tenemos en el presente y el futuro es una fantasía que también tenemos en el presente. Solo existe el “aquí” y el “ahora”, y para experimentar este aquí y ahora se trabaja con la experiencia sensorial directa del cliente, en clara sintonía con las ideas de Husserl.
De la misma forma, se abstiene de preguntarse el “por qué” de las cosas, y se centra en el “cómo”. Nunca se interpretará ni se buscará la causa de lo que el otro dice, sino que se le escuchará y atenderá a lo que uno siente con el contacto. Fritz Perls indica que cuando las palabras se utilizan para explicar, son comparables a excrementos. Así, subdivide la racionalización en tres grados:
- Mierda de Gallina: son los clichés como “buenos días, me alegro de verte, qué buen tiempo hace. - Mierda de Toro: las racionalizaciones normales de la vida, excusas, etc. - Mierda de Elefante: lo que se suele hacer en este blog: filosofías de la vida, explicaciones del mundo, “cosas que suenan trascendentes”, como dice Alaska.
El vehículo del enfoque Gestalt es el fomento de la autoconciencia del cuerpo y los sentidos individuales, así como de la responsabilidad individual. Respecto a esto último, por ejemplo, queda prohibido decir “no puedo”, siendo esta expresión sustituida por “no quiero”. El “no puedo” es utilizado para negarse a actuar, es una descalificación antes siquiera de intentar hacer algo; en cambio, al decirse “no quiero”, al menos se exige al sujeto que asuma las consecuencias de su decisión evasiva.
Así pues, la esencia de la Gestalt es la siguiente: “Vivir en el aquí y el ahora tratando de darnos cuenta cómo lo hacemos”.
Entrando más en el tema, el enfoque propone la existencia de estructuras vivenciales (Gestalt) en forma de ciclos, que de ser interrumpidos se quedan por ahí dando vueltas y amargándonos la vida. El ciclo de la experiencia consiste en 7 fases:
1) Reposo (estado de equilibrio).
2) Sensación (“difusa” e indefinible de una necesidad).
3) Darse cuenta (se identifica la necesidad concreta y aquello que la satisface: la “figura”).
4) Energetización (movilización de energías y concentración para alcanzar la figura).
5) Acción (utilización física de las energías).
6) Contacto (satisfacción de la necesidad).
7) Reposo.
Toda acción en la vida se fundamenta en estas estructuras, desde la búsqueda del príncipe azul hasta bajar a comprar un kebab, pasando por el acto de rascarse los cojones (o lo que se tenga). También puede suceder que no exista otra cosa que estado de reposo (pero entonces se es autista, y no se está interesado en leer esto, así que no se preocupe que seguramente no es su caso).
El problema es que en ocasiones sucede algo que interrumpe el ciclo en alguna de sus fases, y la “Gestalt inconclusa” queda por ahí en nuestra mente, parasitándonos hasta la satisfacción o la muerte. Cuando esto sucede, suele mediar un “mecanismo de defensa”.
Quede claro que ni esto ni su homólogo español, marroquí o estadounidense son mecanismos de defensa.
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A diferencia del psicoanálisis freudiano o jungiano, el enfoque Gestalt concibe los mecanismos de defensa como autointerrupciones inconscientes del ciclo de la experiencia destinadas a evitar dolor, sufrimiento... Así, Fritz y Laura Perls describen los siguientes:
1. La proyección: se da entre la sensación y la formación de la figura. Consiste en transferir a los demás lo que uno siente o piensa pero no acepta en si mismo.
2. La introyección: se da entre la formación de la figura y la movilización de energía para la acción. Sucede cuando el sujeto engulle toda influencia externa sin seleccionar conforme a las necesidades personales, por lo que el sujeto sufre un empacho de mandatos, órdenes… incluso contradictorios, y termina no movilizando la energía para satisfacer su propia necesidad.
3. La retroflexión: se da entre movilización de energía y acción. El sujeto recopila energía y concentración en la figura pero no se atreve a actuar sus deseos por la acción de los introyectos mal adquiridos, así que se los dirige a sí mismo autoagrediéndose (justo al contrario que la proyección). Aquí viene la causa de los trastornos psicosomáticos, la depresión, desvalorización…
4. La deflexión: Se da entre acción y contacto. Consiste en establecer un contacto frío, atemperado, inocuo y no amenazante, para no sufrir daño. Aquí entran los eufemismos, la hipocresía, tirar la piedra y esconder la mano… Es la actitud del cínico, el indiferente, el intelectual racionalizador…
5. La confluencia: También se da entre acción y contacto. El sujeto se mimetiza y adapta a los demás para no entrar en conflicto con ellas, debilitando los límites de su ego para fusionarse al otro. Este es el origen de la pasividad y falta de personalidad.
Sería profundamente grato para mi introducir una pausa de algunas páginas para que los lectores neuróticos que todavía no lo hayan hecho, traten de ver en qué modo interrumpen sus “Gestalts” inconscientemente y no se limiten a leer y racionalizar, pero por razones de estética no lo haré, así que ustedes mismos.
Pues bien, continuando con las enseñanzas de Fritz Perls, hay otro punto importante a tocar, que es el de los estratos del yo. En clara confluencia con tradiciones orientales desde la noche de los tiempos, Fritz Perls divide el “yo” en 6 capas a ir derribando una por una conforme la terapia o el proceso de ampliación de la conciencia personal que sea vayan avanzando:
1. Estrato del falso yo: es nuestra fachada, lo que enseñamos a los demás.
2. Estrato del “como si”: es nuestro carácter: los roles que empleamos para manipular a los demás, el actuar como si fuéramos esto o aquello.
3. Estrato fóbico: son nuestros temores e inseguridades frente a nosotros mismos, nuestras más profundas heridas: pena, dolor, tristeza, desesperación. Lo que no queremos ver ni tocar y menos aún descubrir frente a los demás.
4. Estrato implosivo o del atolladero: si se ha desvelado el estrato fóbico, aparece una sensación de vacío, inamovilidad, falta de energía… de muerte. Detrás de él se halla toda la energía sin utilizar: la vitalidad congelada o dirigida hacia nosotros mismos para mantener nuestras defensas.
5. Estrato explosivo: las fuerzas estancadas se disparan hacia fuera en un arranque de autenticidad, dando paso al “yo” verdadero que permanecía oculto: la explosión puede ser de gozo, aflicción, orgasmo y coraje.
6. El “yo” verdadero: Lo que queda.
El consejo es identificar y demoler la identificación personal con estos “yoes” uno a uno.
No entraremos en el tratamiento de los sueños por parte de la Gestalt porque preferimos dejar el tema de los sueños para un monográfico multidisciplinar que se elaborará en cuanto se haya reunido el conocimiento racional y experiencial suficiente a tal efecto.
Baste finalizar esta breve exposición con una recomendación gestáltica:
“Sea lo que usted es… sin importar lo que usted sea”.
La siguiente foto nos recuerda que quienes comprenden esto, viven mucho más felices.
Continuaremos hablando de percepción subjetiva, realidad y crecimiento personal en el siguiente post.

viernes, 20 de octubre de 2006

Fenomenología con Maturana. Deconstruyendo el Paradigma Objetivista.

Hace mucho tiempo. decía Tito Cayo Lucrecio lo siguiente:

"Si los sentidos no son veraces, toda nuestra razón es falsa".

De eso vamos a hablar hoy.

Introduciremos el tema con un párrafo extractado de un texto del biólogo y filósofo constructivista Humberto Maturana (abajo):

“Hablamos de las cosas que están ahí, fuera de nosotros: “¡El florero está sobre la mesa! decimos. ¿Cómo sabes que el florero está sobre la mesa?, “Lo veo, ¿no ves que está ahí?”. Y el que aceptamos que las cosas están ahí con independencia de nosotros se nota en los argumentos que damos al otro: “pero si está ahí, míralo, todo el mundo lo puede ver”, y todo el mundo puede ver el florero porque está ahí con independencia de lo que yo digo; yo no soy responsable de que esté ahí, pero yo puedo decir que está ahí porque veo que está ahí. ¡Ah!, esa es la actitud cotidiana. Y para este modo de estar tenemos una expresión cotidiana, esa expresión es objetividad. Somos objetivos. El ser objetivo indica que cuando uno dice que es objetivo está diciendo que lo que él dice se fundamenta externamente. Los fundamentos que van dando validez a lo que yo digo son externos a mí. Cuando a uno le dicen, eres subjetivo, lo que le están diciendo es: los fundamentos de lo que tú dices no son externos a ti, sino que están en ti. Y en esta actitud, por supuesto, desvalorizamos lo subjetivo. La objetividad, en último término, tiene su fundamento en el supuesto de que hay una realidad independiente de uno desde donde se valida lo que uno dice”.

Muy bien, pero, ¿la hay?, y si la hay, ¿podemos conocerla?, ¿podemos ser objetivos?

La extendidísima creencia en la existencia de un mundo material objetivo e igual para todos procede (en su última versión actualizada) de Descartes y más concretamente de su distinción entre mente y materia. Según Descartes, de la primera se ocuparía la religión, y de la segunda la ciencia. Con el tiempo, dicha separación deja de existir, porque la primera (mente) ha terminado por olvidarse o incluso subordenarse a la segunda (materia), es decir: durante el siglo XIX se comienza a pensar que la mente y sus procesos siguen también leyes físicas y que van a poder ser explicados por la ciencia. Por tanto, la creencia común a la mayor parte de la raza humana es hoy en día el materialismo, cuyo mantra reza así:

“Vivo en una piedra que gira en torno a una hoguera enorme. Solo creo lo que veo y toco, todo son granitos diminutos arrejuntados de distintas maneras que se mueven conforme a los designios de las leyes naturales. Además, como los granitos están muertos y son algo distinto de mi, puedo aplastarlos, modelarlos o hacer con ellos lo que me plazca”.

El ateo se queda normalmente con esta versión descarnada e intrascendente. El religioso, en general, añade que además de todo eso hay un Dios eterno que anda por ahí por el Universo que nos quiere a todos y que ha dictado un cuerpo legislativo (se lo dijo a Jesús) de lo que se debe y lo que no se debe hacer bajo pena de tener que confesarse. Por lo demás, no hay muchas diferencias (o ninguna) en la forma de vida y de percepción de la realidad de unos y otros: todos son objetivistas y son tumbados por la muerte en su piedra junto al dichoso florero.

Si hay algún lector colombiano, que no se ofenda con la puesta en duda de la existencia del florero. Tengo muy en cuenta la realidad de la vinculación de la ruptura del florero y la consecución de la independencia de su país (en la foto los restos de tan preciada reliquia del museo de la independencia en Bogotá).

Sin embargo, a raíz de la brutal caída de este paradigma en la mente de los científicos que se dedicaban a la física cuántica en los años 20 (Einstein, Heisenberg, Bohr…), y que como hemos repetido mil veces implica un planteamiento totalmente nuevo sobre los fundamentos mismos de la existencia: la inseparabilidad del sujeto observante y el objeto observado, comienza a surgir una nueva disciplina científica llamada “cibernética”, destinada a explorar las relaciones entre mente y materia, muy basada en la teoría de sistemas que se veía en el anterior post, desde donde comienza a introducirse un paradigma muy distinto del objetivista: el paradigma constructivista.

La conclusión a la que muchos físicos cuánticos, cibernéticos y filósofos de la ciencia han llegado es que no existe ninguna experiencia de la “objetividad”. Toda experiencia es subjetiva por el simple hecho de que nuestros cerebros construyen la imagen de lo que percibimos, tanto por la vista como por los otros sentidos. Así pues, es innegable que en todo momento existe una distancia entre la “realidad” y la “experiencia de realidad”. Pese a ello, como decía el antropólogo, lingüista, científico social y cibernético Gregory Bateson, “nuestra civilización sigue profundamente fundamentada en esta ilusión”.

Resulta, por tanto, que todo lo percibido como “material” (objetivo) no es más que una imagen “mental”. Por ello, es en realidad lo material lo que ha de subordenarse a lo mental, y no al contrario. Esto implica la imposibilidad de alcanzar ninguna certidumbre científica, al no existir una base objetiva sobre la que experimentar más allá de la percepción subjetiva condicionada del sujeto que experimenta. En realidad, si se quiere llegar a sus conclusiones últimas, esto implica la total imposibilidad de conocer el Universo mediante el método científico, ni siquiera una parte, porque todo cuanto percibimos es "construido" por nuestro cerebro.

Los hindúes se percataron de esto y llamaron a esa supuesta realidad que nuestra mente construye “maya”, o ilusión. Platón le dedicó a este problema el famoso mito de la caverna y casi todo filósofo, físico teórico o gurú que se precie tiene su teoría al respecto: fenómeno y noúmenos (Kant), tonal y nagual (Castaneda), tercera y cuarta dimensión (Hinton), cuerpo material y cuerpo energético (Osho), realidad y orden implicado (Bohm). En lo que casi todos coinciden es en afirmar que la ilusión depende por completo de “lo otro” (se le llame como se le llame). “Lo otro” es incognoscible directamente, pero gobierna por completo todas nuestras vidas: en esto coinciden a la perfección todos. Por ejemplo, Castaneda (el nagual es quien toma todas las decisiones) y Bohm (el orden implicado genera el fenómeno explicado).

Evidentemente, cuando hablamos de “lo otro” no pensamos simplemente en una realidad en que las nubes son moradas pero nosotros las vemos blancas, ni siquiera una realidad en la que Bisbal fuera un poeta cantautor independiente y todos lo estuviéramos interpretando mal. En realidad posiblemente absolutamente nada de “lo otro” nos sería mínimamente recognoscible, dado que la interpretación que nuestro cerebro hace de una supuesta realidad es “total”.

Por tanto, si queremos conocer la realidad, es necesario investigar el proceso de formación de la ilusión, cosa que se produce en el interior de nuestra mente. Esto tiene dos consecuencias: la primera es que no tiene sentido investigar las causas porque también son ilusorias, así que la investigación tiene que realizarse sobre la experiencia en sí, sin ninguna carga interpretativa, clasificación o intento de explicarla. Esto nos lleva a la fenomenología y a la Gestalt (que la adopta como fundamento). La segunda y más importante es que dado que la formación de la ilusión se produce en el interior de la mente, la investigación de la realidad se tiene que mover por fuerza también en el interior de nuestra mente. Esto nos lleva a las técnicas de crecimiento personal o espiritual, destinadas a llevar al terreno de la consciencia aquellos procedimientos inconscientes de formación de la imagen ilusoria del mundo, procesos que no tienen por que ser los mismos en cada individuo, por lo que no cabe la investigación científica al respecto sino solo la personal (“conócete a ti mismo”, está todavía grabado en las viejas paredes de un antiguo templo griego).

Comenzamos con una perspectiva científica (cibernética), avanzaremos ahora a una filosófica (fenomenología), seguiremos por una psicológica (gestalt) y terminaremos en una esotérica (a decidir todavía).

La Fenomenología es definida por la Wikipedia como “un método filosófico que procede a partir del análisis intuitivo de los objetos tal como son dados a la conciencia cognoscente, a partir de lo cual busca inferir los rasgos esenciales de la experiencia y lo experimentado”. Pese a que sus orígenes se pueden rastrear en Alemania en el siglo XIX, es a partir de Edmund Husserl, a mediados del siglo XX, que la fenomenología cobra carta de presencia, y es cuando el mundo se interesa por ella, y Ortega y Gasset la adopta durante un tiempo y todo eso.

Husserl considera que el objeto del conocimiento no existe fuera de la conciencia del sujeto, sino que se descubre como resultado de la intuición dirigida hacia él. Esto implica que el criterio de “verdad” se halla constituido por las vivencias personales de los sujetos. Así, la experiencia debe ser siempre descrita como se da, y nunca ser analizada, la observación del fenómeno debe ser pura, sin prejuicios ni creencias apriorísticas, debe abstraerse la cuestión de la existencia del objeto y simplemente describir las condiciones en las que se aparece a la conciencia. Siguiendo este método tenemos por ejemplo que un triángulo, fenomenológicamente hablando, son tres líneas rectas. La idea del triángulo es una imagen, un prejuicio abstracto fruto de rellenar el espacio que queda entre las líneas cuando en realidad “solo hay tres líneas”.

Prueben a resolver un test de inteligencia conforme al método fenomenológico y comprenderán la inmensa chorrada que es tratar de medir la inteligencia de un individuo basándose en sus prejuicios (continuación de series aritméticas, simetría de formas… ¿alguna conexión con la realidad?). Si quieren ver cómo se desmonta la lógica pura con argumentos fenomenológicos vean “El enigma de Kaspar Hauser” de Werner Herzog. ¿lo han adivinado? La respuesta al final del post.

Fenomenólogos como Husserl o posteriores como Merlau-Ponty consideran que la ciencia ignora el mundo de la vida (Lebenswelt), que no es sino experiencia, olvidando así sus propios fundamentos. Por ello la fenomenología entra en contradicción con la filosofía crítica (Kant), que trata de descubrir el contenido implicado en la experiencia olvidando la experiencia misma. Sin embargo, la existencia es experiencia vivida, y en consecuencia el cuerpo es el núcleo de los planteamientos fenomenológicos. Por ello, para Husserl, el estudio del ser humano no puede realizarse conforme a las ciencias naturales, dado que estas se basan en la causalidad, mientras que el fundamento de la acción humana es la intencionalidad o motivación.

El método que crea Husserl es la reducción fenomenológica, es decir, la tendencia a abstenerse de formular juicios de cualquier clase que conciernen a la realidad objetiva y que rebasan los límites de la experiencia pura (subjetiva). Se trata de estudiar las esencias de las cosas y de las emociones. La reducción fenomenológica, conforme a Husserl, no presupone que algo exista con carácter material. Hay un principio en la fenomenología que dice que percibir equivale a juzgar, porque es percibir algo como existente, pero fenomenológicamente no se puede tomar posición: no se puede ni afirmar ni negar la existencia del objeto observado, ni tampoco ponerla en duda, porque poner en duda es un acto psíquico distinto de la percepción, así que lo único que se puede hacer es poner entre paréntesis la existencia o no del objeto observado (a lo que se llama epokhé) y simplemente percibir. Husserl no admite ninguna toma de posición existencial de ningún tipo: ni afirmativa, ni negativa ni dubitativa. Es la forma de depurar la percepción, de no equivocarse. Así pues, el método fenomenológico es un método descriptivo de las vivencias de la conciencia pura (no de realidades), porque justamente es la conciencia lo único que queda tras hacer una reducción fenomenológica. Luego viene la reducción eidética, que consiste en pasar de los contenidos directos de conciencia a los contenidos esenciales: a las esencias de la conciencia pura.

Por tanto, en fenomenología desaparecen el sujeto, el acto, la cualidad del acto y el objeto: desaparece toda la realidad y queda todo reducido al mundo de los objetos ideales; la conciencia. Esto es en principio lo que fundamenta la validez universal de este método. De todas formas, aquí Ortega, en su etapa fenomenológica, criticó a Husserl indicando que la conciencia tampoco existe porque no es una realidad (“yo soy yo y mi circunstancia” implica que solo están las cosas y yo, no la conciencia, por lo que si se aplica la reducción fenomenológica no queda nada).

De todas formas, la fenomenología tiene sus ventajas (además de no acabar en “ismo”, lo que le da un especial carisma). Es un método que, al partir de la deconstrucción absoluta de todo condicionamiento, tiene la posibilidad de atinar mejor en lo “real” que todos aquellos basados en presunciones filosóficas, incluida la ciencia, que como vimos se basa en sus queridos shaping principles (el objetivismo es solo uno de ellos).

Y aquí le pasamos la palabra a Maturana para que termine de deconstruir la objetividad a partir de los conceptos de “ilusión” y “percepción”:

“Nos encontramos con dos situaciones cotidianas para las cuales tenemos dos palabras maravillosas en castellano, que son “ilusión” y “percepción”. Cuando hablamos de percepción hablamos como si aquello que decimos que vemos, que distinguimos, fuese independiente de nosotros; pero cuando hablamos de haber tenido una ilusión, lo que estamos diciendo es que tuvimos una experiencia que vivimos en el momento de vivirla como una percepción, pero que después comparándola con otra experiencia nos dimos cuenta de que no era válida. (…) Uno vive la experiencia que vive como válida en el momento de vivirla, y es solamente después, en relación con otra experiencia que puede descalificarla como un error. Esto es potente. Todo momento del vivir se vive como válido en el momento en que se vive”.

Por lo tanto, ¿existe la realidad?, y si es así ¿se puede conocer?

Maturana dice que la ilusión y el error nos muestran que no podemos validar lo que decimos a través de una pretendida referencia a una realidad independiente de nosotros. No tenemos cómo hacerlo, porque en el momento en que uno se detiene a reflexionar sobre ello, descubre que explicamos nuestras experiencias con nuestras experiencias. Maturana dice exactamente que “valido mis explicaciones con mi vivir y explico mi vivir con coherencia de mi vivir. Explicamos nuestras experiencias con las coherencias de nuestras experiencias, incluso en el explicar científico”.

Así, si descartamos la objetividad, resulta que vivimos muchos dominios de realidad, muchas “dimensiones” o como diría Castaneda, muchas distintas posiciones del punto de encaje perceptual. Es necesario aceptar que una ilusión es una experiencia vivida en un dominio que es considerada desde otro, lo que incluye evidentemente la impactante experiencia psicodélica, que desde una perspectiva fenomenológica no puede considerarse más irreal que la realidad cotidiana.

Continuaremos en el siguiente post con las impactantes aplicaciones terapéuticas del método fenomenológico: la terapia Gestalt de Fritz y Laura Perls.

Aunque aceptemos el paradigma objetivista, coincidirán conmigo en que hay veces que los límites entre realidad y ficción son bastante endebles, como demuestra esta foto de Yeltsin celebrando no se sabe si la caida del muro de Berlín o el hundimiento del rublo.

Lecturas recomendadas: - Gregory Bateson. Mind and Nature. A Necessary Unity. - Humberto Maturana. La Realidad ¿Objetiva o Construida?.

Y finalmente, la solución del ejercicio de inteligencia es la "d". Si no han acertado no se preocupen: no es que sean tontos, sino que tienen la inmensa suerte de no pertenecer al consenso perceptual lógico-cotidiano.

lunes, 2 de octubre de 2006

Pensamiento sistémico con Fritjof Capra. Deconstruyendo el Paradigma Mecanicista.

Dicen las malas lenguas que el ser humano cree todavía hoy por lo general en una serie de premisas no comprobadas de las cuales destacan con mucho el siguiente par de dos:

1. Existe un Universo objetivo, independiente del observador (objetivismo).

2. Dicho Universo es un sistema mecánico compuesto de piezas (mecanicismo).

El sujeto que acepta esto podría ser ateo, cristiano, musulmán o de la cienciología; es irrelevante: sea lo que sea, sin duda dichas creencias importan una mierda comparadas con el poder de las anteriores. El objetivismo y el mecanicismo impregnan por completo la forma de vida del hombre, especialmente del occidental, y llevan ineludiblemente a dos consecuencias sociales: el materialismo (solo existe lo material) y el determinismo (todo tiene una causa física, incluso la conciencia). Por consiguiente, la sociedad se organiza en torno a estas dos ideas: Como solo existe lo material, comienza a acumularlo, y así atesora comida, cosas, dinero, relaciones…, y como los sentimientos y la mente son simple consecuencia de la materia, se centra únicamente en modular ésta para influir en los primeros, teniendo a éstos como irrealidades, tontunas, absurdeces, pájaros en la cabeza y payasadas varias.

Sin embargo, estas dos premisas básicas no están tan claras para todos, y desde principios del siglo XX surgió una fuerte oposición a las mismas en el seno del mismo Occidente, que es donde solemos pasearnos en este blog, dada la falta de receptividad e interés existente en Occidente hacia cualquier idea extranjera (quizás podríamos excluir el Budismo desde que Nacho Cano se convirtió).

He aquí un ejemplo de cómo el budismo es capaz de transformar profundamente a una persona. El musical "Hoy no me puedo levantar" sería otro buen ejemplo.

El objetivismo se cuestiona fuertemente desde la Fenomenología y la Gestalt, de las que hablaremos posteriormente, y también, como hemos visto, es una doctrina ausente en el potente esquema filosófico diseñado por Castaneda, que de no ser verdad bebe mucho de Husserl. Pero dado que el objetivismo es mucho más jodido de atacar, comenzaremos por atizarle un poco al mecanicismo, que ya está en el “sprint” final de su decadencia.

El mecanicismo es definido por la wikipedia como “una doctrina filosófica que afirma que la única forma de causalidad es la influencia física entre las entidades que conforman el mundo material, cuyos límites coincidirían con el mundo real”. Nótese que el sabio autor de dicho artículo indica que simplemente se trata de una “doctrina filosófica”: no nos estamos moviendo para nada en el ámbito de lo científico, sino que precisamente lo “científico”, al menos hasta la década de 1920, parte de dicha doctrina filosófica para realizar cualquier experimento, aseveración o prueba. Así, la ciencia era (y sigue siendo por lo general) simplemente una forma de masturbarse mentalmente a partir de la idea de Descartes, de mirar a ver cómo se la desnudaba y qué posibilidades sexuales ofrecía. Pero hoy la idea de Descartes se ha vuelto comercial y está vieja y fofa como Betty Boop en “Drawn Together”; Claramente ya va siendo hora de renovar el repertorio filosófico-pornográfico con el que idear nuevas teorías.

Para quemar toda esa pornografía anticuada y sustituirla por una de mejor gusto tenemos hoy un invitado de excepción: Fritjof Capra (a la derecha), físico teórico de la Universidad de Viena, que lleva casi cuarenta años resaltando los enormes puntos en común entre la física actual y el misticismo oriental, y que nos interesa especialmente por su aguda crítica al Universo cartesiano y la sistematización de las alternativas emergentes al mismo.

Como indica Capra, la tensión básica se da entre las partes y el todo. El énfasis sobre las partes se llama “mecanicismo”, aunque también “reduccionismo” y “atomismo”, y se ocupa en analizar, mientras que el énfasis en el todo se llama “holístico”, “organicista”, “sistémico”, “ecológico” o “vitalista”, según el siglo y el científico en el que nos encontremos, y se dedica a sintetizar.

El mecanicismo no se fundamenta únicamente en Descartes, dado que Galileo y Newton acuden también en su ayuda con sus construcciones científicas. Veamos brevemente sus ideas y cómo han sido desmontadas a lo largo de los siglos.

- René Descartes creó el método del pensamiento analítico, consistente en desmenuzar los fenómenos complejos en partes para comprender, desde las propiedades de éstas, el funcionamiento del todo. Descartes dividía la naturaleza en dos: mente y materia, y consideraba que el universo material, incluidos los organismos vivos, era una máquina que podía ser enteramente comprendida analizando sus partes más pequeñas. De aquí partió la totalmente infructuosa búsqueda de los ladrillos fundamentales de la realidad, en la que algún pirado todavía persiste pese a que las tendencias dominantes en física cuántica han renunciado ya hace décadas a creer que pueda existir algo como una “partícula fundamental”.

- Por su parte, Galileo Galilei, restringió la ciencia al estudio de lo medible y lo cuantificable, lo cual es una estrategia que sirve claramente al mecanicismo. Pero en consecuencia, según el psiquiatra R.D. Laing, el mundo que Galileo nos ofrece está muerto, dado que fuera quedan la vista, el sonido, el gusto, el tacto el olor, la sensibilidad estética y ética, los valores, las cualidades, el alma, la consciencia y el espíritu… es decir: se carga la experiencia vital en su totalidad para tratar de reconstruirla desde cero, cosa que no se ha completado para nada en los 400 años que llevamos con esta estrategia en funcionamiento. (Aclaremos que no nos identificamos con sus oponentes eclesiásticos antes de decir que Galileo, al igual que Descartes y Newton, era profundamente católico y que jamás fue condenado por herejía, sino por desobediencia. Como ya se indicó anteriormente, todo este asunto del racionalismo mecanicista es cosa de religiosos).

- Luego vino Isaac Newton el Magnífico a rematar la tarea con la consabida mecánica newtoniana, que pretendía explicar todo el movimiento en el Universo y que como hemos indicado ya mil veces, lleva ya demasiado tiempo falseada como para seguir prestándole atención. Al respecto Capra se limita a citar a Blake: “May God us keep / from single vision and Newton sleep”

Y es que el movimiento romántico de finales del siglo XVIII fue el primer cuestionamiento underground y no tan underground de toda esta lógica. Tanto Goethe como Kant tenían una visión organicista del mundo y particularmente de los seres vivos. Kant percibía que cada parte era a su vez un organismo que producía cada otra parte. Esta interrelación conforma así un “sistema”, no un “mecanismo”. La Tierra también se comenzó a percibir como un “todo” vivo. En ello anduvieron Alexander von Humboldt y James Hutton, entre muchos otros. Hoy, la hipótesis de Gaia de James Lovelock está gracias a Dios mayoritariamente aceptada en el mundo de la ciencia, pero no lo estaba hace unos meros veinte años. A la izquierda vemos una representación de la “urpflanze” de Goethe (la planta originaria, el patrón conforme al cual crecen todas), una idea que ha sido tomada por los vitalistas desde el siglo XIX como indicador de la existencia de un patrón “no físico” organizativo de la vida.

En el siglo XIX, el mecanicismo volvió a pegar fuerte con el perfeccionamiento del microscopio y la formulación de la teoría celular, que ancló a la biología en términos físico-químicos, reconduciéndose incluso el evolucionismo de Darwin en último término a la misma historia. La física se instituyó de nuevo como ciencia líder en el conocimiento de la realidad, matriz de las restantes.

Sin embargo, todo esto comenzó pronto también a contestarse desde el campo de la biología, que es donde estas teorías hacen aguas más fácilmente, y ello comenzó desde las primeras décadas del siglo XX. El problema es el siguiente: puesto que la información genética es idéntica para cada célula, ¿cómo pueden éstas especializarse en distintas vías convirtiéndose en células musculares, sanguíneas, óseas, nerviosas…?. Para solucionar este problema, que desde una postura mecanicista no ha logrado todavía solventarse, surgen dos corrientes teóricas fundamentales: el organicismo y el vitalismo. Ambas rechazan el mecanicismo, pero de dos formas diferentes:

- El vitalismo postula la existencia de un agente “no físico” que actúa sobre la materia transformándola. En su día Driesch resucitó para ello el concepto de “entelequia” acuñado por Aristóteles, pero hoy tenemos un mejor ejemplo de vitalismo en Rupert Sheldrake, a quien mencionamos continuamente aquí, que habla de los “campos morfogenéticos” como la fuente que proporciona la información del patrón hacia el que debe crecer todo embrión.

- El organicismo, en cambio, no utiliza la idea de una entidad “no física”, y ve el comportamiento de un organismo como un todo integrado que no puede ser comprendido únicamente desde el estudio de sus partes.

- Dicho organicismo se transforma a lo largo del siglo XX en la actual teoría de sistemas que postula que “el todo es más que la suma de las partes”, teoría en la que se inscribe nuestro invitado de hoy: Capra. Debido a que de la suma de las partes surgen “propiedades emergentes” que no existían en niveles de menor complejidad, no es posible utilizar el método analítico cartesiano para comprender sistemas, sino que más bien las propiedades de las partes solo pueden conocerse y comprenderse desde la organización del conjunto. Así pues, se trata de un pensamiento “contextual”, no analítico.

El pensamiento sistémico actual, con todas sus ramificaciones, se legitima y proviene de los descubrimientos realizados en física cuántica en la década de los 20 por científicos como Heisenberg, Bohr y Einstein. En física cuántica, las partículas subatómicas carecen de significado como entidades aisladas y sólo pueden ser entendidas como interconexiones entre varios procesos de observación y medición. La conclusión a la que se llegó, y que en su día produjo una terrible crisis de conciencia en los científicos que trabajaban al respecto, es que “no podemos descomponer el mundo en unidades elementales independientes” y que el todo (campo cuántico) determina el comportamiento de las partes (electrones…). Einstein dice en su autobiografía que “fue como si la tierra hubiese desaparecido bajo nuestros pies sin tener ningún cimiento firme a la vista sobre el que poder construir”.

Como demuestra la física cuántica, en última instancia no hay “partes” en absoluto, sino únicamente “patrones” de probabilidad. Así, Norbert Wiener explicaba que lo que percibimos como un ser humano se explica mejor con la metáfora del remolino de agua en un río. El río está calmado, nace un remolino, permanece un rato y luego desaparece: eso es una vida humana. Wiener decía en 1950 que “no somos materia perdurable, sino pautas que se perpetúan a sí mismas”.

De la teoría de sistemas surgen los actuales métodos modernos de sanación, tanto personales como globales: a nivel individual tenemos la terapia Gestalt (y sus desarrollos, entre los que podríamos contar incluso la psicomagia de Jodorowsky), y a nivel global tenemos la Ecología, que parte de la constatación de que el planeta es un sistema de interrelaciones y, en consecuencia, debe ser tenido en cuenta el “todo” en cualquier decisión sobre las “partes” (ahí tenemos el fundamento para el surgimiento de las todavía tímidas técnicas jurídicas horizontales de Evaluación de Impacto Ambiental y la Autorización Ambiental Integrada). La Tierra se ve ya como un enorme organismo multicriatural donde las especies se relacionan entre sí como en una “red”; Como dice Capra, se constata la ausencia de jerarquías naturales: solo hay redes dentro de redes. El concepto de red se vuelve así esencial para la comprensión de la vida, y da lugar al término alemán “verneztes Denken” (pensamiento en términos de redes).

No confundir con el inefable programa presentado por el insoportable personaje de arriba, en este caso claramente asustándose de su propia cerrazón mental. Si hay interesados en leer algunas de las ideas que están matando el planeta, que acudan a su blog racionalista, mecanicista y fanático del cientificismo retrógrado más burdo, populista y peligroso: http://www.smartplanet.es/punsetblog/

Siguiendo la lógica de las redes, en último término tenemos el intento de Geoffrey Chew de realizar una teoría de “todo”: la teoría Bootstrap, que rechaza la existencia de cualquier tipo de entidad, ley o constante fundamental y ve el Universo material como una red dinámica de acontecimientos interrelacionados donde ninguna de las propiedades de ninguna parte es fundamental y la consistencia total de sus interrelaciones determina la estructura de toda la red. Por supuesto, esta visión afecta al tradicional concepto de objetividad científica, haciendo absolutamente imposible la adquisición de una certeza sobre cualquier cosa, dado que la teoría de sistemas implica que es necesario conocer el todo para conocer completamente cualquier parte. Esto comienza con la formulación del principio de incertidumbre de Heisenberg y continúa extendiéndose lógicamente a “todo”. En consecuencia, llegamos a la conclusión de que YA NO VA A HABER CERTEZAS NUNCA MÁS; todo lo más que lograremos serán aproximaciones probabilísticas (he aquí el problema de legitimidad con el que se encuentra todo ecologista. El principio de precaución que hoy enarbola –sin aplicarlo jamás- la Comunidad Europea es un claro ejemplo de traducción social de las consecuencias de la teoría de sistemas: No cabe postergar la acción política o administrativa hasta la adquisición de certidumbres científicas porque “no se puede adquirir certidumbres nunca”).

Todo esto implica que el mecanicismo ha sido abandonado de golpe como filosofía válida y va perdiendo peso muy rápido conforme mueren sus defensores (como decía Plank), introduciéndose la alternativa sistémica poco a poco en el pensamiento social. Pero por supuesto, esto no ha sido advertido todavía por la mayor parte de la población, que en su inmensa mayoría sigue pensando como a mediados del siglo XIX (y en ocasiones XVII o antes) y actuando en consecuencia conforme a una visión del mundo quizás incluso menos real que el mito de Adán y Eva, que al menos puede interpretarse metafóricamente.

Finalmente, una cita de Descartes para la destrucción y simultáneo lucimiento del mismo:

“Mientras que las ciencias tomen prestados sus principios de la filosofía, considero que nada sólido podrá ser edificado sobre tan inestables cimientos”.

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Volveremos sobre Capra más adelante, pero recomendamos ya la lectura de "El tao de la física" y "La trama de la vida" (de donde está extraída gran parte del contenido de este post).

martes, 19 de septiembre de 2006

Sheldrake y el sentido de estar siendo observados

Hoy vamos a tratar un caso en el cual se utiliza el método científico falsacionista de Popper para tratar de destruir la hipótesis de que las personas (y por extensión los seres vivos) tenemos un sentido para saber cuándo estamos siendo observados. Los resultados no solo no consiguen falsear la hipótesis sino que de hecho parecen confirmarla, pese a lo cual no se les ha dado una relevancia particular, por no decir ninguna relevancia. Se trata de un ejemplo de lo fácilmente que confundimos la ciencia con una posición, en vez de asumir que tan sólo es un método.

Rupert Sheldrake, biólogo de Cambridge y ex-miembro investigador de la Royal Society, cansado de explicar una y otra vez la morfogénesis (de la que se habló en un post anterior), decidió a mediados de los 90 dedicarse a otros asuntos que la ciencia no había experimentado seriamente, como la telepatía, distintas habilidades animales de causa desconocida o el sentido de estar siendo observado. En el presente post se hablará de este último.

La existencia de un sentido especial que nos “avisa” de cuándo estamos siendo observados es algo bastante evidente para mucha gente acostumbrada a no interpretar como casualidad o distorsión mental absolutamente todo lo que se aleja de lo normalmente considerado como “normal”. Hay muchos estudios que sugieren que el ojo no es simplemente un "ojo", y que la mirada tiene un efecto sobre lo observado. Esto concordaría con la constatación en el ámbito de la física cuántica, de que el observador no puede observar un fenómeno sin participar en él, sin "modificar lo observado". Para muchas personas, la mirada o la concentración mental son capaces de modificar lo observado. Que se lo cuenten a los hipnotizados, a las cucharas dobladas o a los vasos que han tenido que soportar durante cientos de años prácticas de Ouija. Incluso resulta más sencillo creer que el vaso lo mueve un espíritu que aceptar la existencia de una interacción de la mirada, que no es sino concentración, con lo observado.

Sin embargo, en un contexto social en el que parece que solo los científicos pueden decirnos lo que “es” o “no es”, solo una prueba objetiva podría tener la facultad de convencer al resto de personas de la realidad de este fenómeno. En la práctica, sin embargo, veremos que tampoco es así, que la fe ciega en un determinado modelo de “mundo” está por encima de toda prueba científica.

En buena tradición falsacionista, Sheldrake (a la derecha, detrás del arcoiris) propone al público especializado y no especializado el diseño de experimentos científicos que reúnan condiciones adecuadas que permitan falsear su hipótesis de que dicho sentido existe. Él mismo realizó varios de estos experimentos. La diferencia entre un experimento destinado a probar una hipótesis y uno destinado a falsearla es sutil pero determinante. Si uno quiere probar la existencia de un sentido de estar siendo observado, probablemente tratará de encontrar a alguien con una alta sensibilidad o que afirme tener esa facultad, etc… En cambio, si lo que uno quiere es falsearla, tomará una muestra aleatoria de personas y tratará de obtener resultados estadísticos de sus facultades. Sheldrake solo asigna importancia a estos últimos experimentos.

En sus experimentos de 1998, 1999 y 2000, que se realizaron con grandes números de personas mirándose en parejas y cambiando periódicamente de observador a observado, siempre se dio el mismo patrón: cuando la persona no había sido observada, los resultados estadísticos se aproximaban al 50% de respuestas positivas, pero cuando sí había sido observada, el patrón cambiaba y siempre había más aciertos que fallos. Este mismo patrón se dio en todos los experimentos, realizados por Sheldrake o replicados por otros conforme a su modelos (en escuelas británicas y americanas, por ejemplo), lo que incluye ya unos 20.000 ensayos. Es perfectamente lógico que la gente no sepa distinguir cuando no le están mirando, puesto que en ese momento no juega ningún sentido en especial. En cambio, el hecho de que los porcentajes de aciertos difieran tanto cuando efectivamente se está mirando a la persona confirma la hipótesis de la existencia de este sentido. No contento con ello, Sheldrake pidió que se replicara su experimento por otros para obtener una mayor confirmación de su hipótesis o intentar destruirla definitivamente.

En el año 2000, Robert A. Baker, miembro del CSICOP (Committee for the Scientific Investigation of Claims of the Paranormal), se propuso destruir la hipótesis de Sheldrake realizando un experimento que demostrara que dicho sentido de estar siendo observado no existía. Sus resultados pueden consultarse en la revista Skeptical Inquirer, marzo-abril de 200, págs. 58-61). En su primer experimento, Baker seleccionó gente ocupada en comer, beber, ver la tele, trabajar con el ordenador o leer en la biblioteca de la Universidad de Kentucky, en total solo 40 personas, frente a los cientos que suele usar Sheldrake. Se colocó detrás de ellos y los miró. Después les preguntó si durante los últimos 5 minutos habían sentido algo en especial. Es patente lo zafio del experimento y la clara orientación a conseguir un resultado negativo, dado que todos estaban ocupados en diversas actividades, pero el caso es que dos contestaron que sí se sintieron observados y otros tres que sintieron que algo andaba mal, y de hecho se habían levantado, cambiado de posición varias veces y distraído otras durante el tiempo que Baker les había estado observando.

Como esas contestaciones contradecían las predicciones de Baker, este decidió que para validar el experimento, los observados debían ser capaces de determinar dónde estaba sentado él mientras los observaba. Ninguno pudo, pero como indica Sheldrake, la sensibilidad de estar siendo observado no implica necesariamente la conciencia de la posición del observador. Además Baker descartó los resultados de las dos personas que dijeron que sabían que estaban siendo observadas porque uno era paranoico y el otro indicó que tenían habilidades extrasensoriales. Pero el caso es que si dicho sentido existe, es lógico pensar que estos tipos de personas son más sensibles a él que otras.

En enero de 2000, la British Journal of Psychology publicó otro estudio al respecto de John Colwell, que no encontró resultados especiales. Colwell decía estar utilizando el mismo método de Sheldrake. Sin embargo, el propio Sheldrake aclara que esto no es cierto. Colwell utilizó solo a 12 personas para sus experimentos, y en vez de hacerlos trabajar en parejas y turnarse, utilizó siempre al mismo observador, Sadi Schröder en tres sesiones. Aun en estas condiciones, en los casos en que los individuos eran observados, el 59,6% de las respuestas fueron correctas, lo que tiene una probabilidad de 0,001 de producirse si no existe más que casualidad. Además, se advirtió que los sujetos observados fueron mejorando poco a poco sus resultados en acertar cuando estaban siendo observados.

Pese a que los resultados confirmaban los de Sheldrake, Marks y Colwell intentaron demostrar que aquello tenía truco, indicando que los participantes, en las sesiones en que se les dijo si acertaban o no, estaban implícitamente aprendiendo los patrones conforme a los cuales se observaba y no observaba, pero el caso es que estos patrones eran generados aleatoriamente por un ordenador, y además Marks y Colwell no ofrecieron ninguna prueba de que este aprendizaje de patrones se estaba produciendo (no se puede destruir la confirmación de una hipótesis con otra hipótesis no confirmada). Además, este aprendizaje implícito hubiera implicado un aumento en los resultados positivos también cuando “no se estaba mirando”, y no fue así: dichos resultados permanecieron en torno al 50%, como siempre sucede. Colwell sugirió que los individuos se habían centrado más en saber cuándo eran observados que en no serlos, pero eso precisamente nos lleva a una respuesta: “los resultados demuestran que lo consiguieron”. Aprendieron poco a poco a discernir lo que sentían cuando eran observados.

He aquí una gráfica con los resultados combinados de los experimentos de Sheldrake (arriba) y Colwell (abajo). Lo blanco es aciertos, la primera columna representa los aciertos cuando el sujeto estaba siendo observado.

Pese a las casi concluyentes pruebas científicas de la existencia de un sentido que nos indica cuándo estamos siendo mirados, para la mayoría de la población occidental ello continúa siendo poco más que fantasías y supersticiones. Es altamente impactante que se publiquen experimentos chapuceros con asunciones arbitrarias y una muestra de 12 o 40 personas solo porque niegan resultados que a todo el mundo “parecen” supersticiosos, y que otros experimentos mucho más objetivos y con muestras de cientos de personas reciban una atención especializada mucho menor solo porque sus resultados no concuerdan con las creencias del paradigma socio-científico dominante.

Pero esto es así, insistimos, porque la ciencia ha dejado de ser un método para descubrir la verdad (si alguna vez lo fue), y es asumida por la humanidad como una religión, como un “modelo de verdad” dogmático. No importa que la telepatía esté más demostrada que la ley de la gravedad: la fe puede con el método científico aquí y en cualquier lugar: nos creemos la segunda, que está falseada desde hace docenas de años y dudamos de la primera “por principio”, sin importar las pruebas o experimentos existentes. La ciencia es ya un “deber ser”, más que un “deber dudar”. Si nos da por pensar que el mundo es un mundo de objetos, nos va a dar igual que la física moderna lleve casi 100 años explicando que no es así, que es un mundo de energía, de campos… no hacemos ni caso. Así, en nuestras interpretaciones de la verdad, no somos menos fanáticos y totalitarios que Ahmadineyad, Kim Jong II o Federico Jiménez los Santos.

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Quien quiera más, que se lea los múltiples diálogos y debates de la página http://www.sheldrake.org/, o que lea “The sense of Being Stared At” de Rupert Sheldrake.

miércoles, 23 de agosto de 2006

Ciencia vs Realidad. Unas palabras sobre el método científico

La ciencia. Sí amigos, la ciencia. Los científicos, esos observadores objetivos que utilizan el método científico para confirmar de modo concluyente y definitivo grandiosas teorías. Los científicos, esos expertos que no tienen prejuicio alguno al recopilar información y que derivan lógicamente verdades de sus objetivas observaciones, descartando imediatamente aquellas que se muestran irracionales al ser falseadas aunque les duela perder sus propias teorías, sí esos "übermenschen" de la época actual. Los científicos: esos simpáticos amiguitos que con una probeta en una mano, un bloc de notas en la otra y una sesuda expresión detrás de sus lentes, nos hacen cada día la vida más fácil brindándonos radiactividad, modificaciones genéticas, smog químico y yoghures Danone. Ustedes pueden no tener ni idea de cómo funcionan sus teorías, pero se las creen de todas formas, puesto que los científicos "saben". ¿Difiere esto en algo de la fe en el las interpretaciones de Dios que hace el Papa?

Hoy mientras cagaba descubrí que Dios era amor. Le diré al escribano que prepare el bolígrafo que hoy voy a hacer una encíclica.

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La respuesta es NO. Fuera del estamento científico versado, en el seno de la sociedad, la ciencia no es más que otro sistema de creencias. Ustedes en sus casas tienen tantas posibilidades de comprobar la existencia de la teoría de la relatividad especial como de comprobar la existencia del Arcángel Gabriel.

Pero, ¿y dentro del estamento científico?, ¿pueden ellos comprobar la veracidad de sus teorías?. Una vez más la respuesta es NO. La observación objetiva es una utopía, la información jamás puede confirmar o falsear definitivamente ninguna teoría porque es imposible medir todas las variables en el espacio y el tiempo, como tempranamente demostró David Hume, y los científicos se aferran a sus teorías como un niño a sus juguetes aun cuando tienen todo tipo de datos en contra de las mismas; la mayor parte están encoñados con ellas y no las sueltan hasta la muerte.

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La ciencia es un proyecto cuyo objetivo es conseguir un conocimiento absoluto del mundo natural, pero contrariamente a lo que comunmente se piensa, una teoría científica no tiene mucho que ver con la realidad, sino más bien con su estructura, el modo en que funciona y su cercanía a las ideas del paradigma dominante.

Examinemos detenidamente la base de lo que se llama "ciencia": el método científico:

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En los primeros años de la ciencia, el método científico era visto como algo completamente objetivo, racional y empírico. Según esta visión, las teorías debían ser completamente confirmadas o completamente falseadas basándose en la información objetiva disponible. Para ello se requería un método, porque las personas parecían tener la molesta tendencia a desarrollar sentimientos, intuiciones y aberraciones similares... que podían "infectar" la ciencia, que nada tiene que ver con lo que el ser humano siente. Así pues, se hacía necesario seguir un método para que esas "imperfecciones" del ser humano no influyeran en el proceso de descubrir la naturaleza. .

Dentro de la revolución racionalista, el primer método científico así considerado fue el inductivismo de Francis Bacon a principios del siglo XVII. La idea era conseguir un montón de informaciones no afectadas de prejuicios o preconcepciones e inferir inductivamente teorías de dichos datos generalizando esta información en la forma de "leyes naturales", para luego acumular más información para corregir la hipótesis, de ser esto necesario. Es decir: se generaliza a partir de lo particular.

Esto parecía funcionar en muchos casos, pero la realidad es que este método parte de preconcepciones ya de por sí: para generalizar la información obtenida al rango de "ley física", el individuo debe asumir que ésta se aplica a todo proceso físico que no ha observado. La lógica inductiva está inevitablemente basada en esta asunción "no lógica". Pero hay otro problema: existen fenómenos que no pueden ser directamente observados: a nivel atómico, ondas..., incluso la mismísima gravedad y sus misteriosas partículas: los gravitones. Todo esto no podría ser ciencia aplicando el inductivismo, porque si no ves las ondas de tu teléfono móvil, éstas "lógico-inductivamente" no existen, como para pensar que puedan causar cáncer.

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Consciente de este problema, a finales del siglo XVII, Newton el Grande desarrolló otro método que más tarde se llamó hipotético-deductivo, desarrollo del deductivismo aristotélico. Conforme a este método, uno comienza con una hipótesis (teoría provisional), deduce lo que cabe encontrar en el mundo físico resultado de la aplicación de dicha hipótesis, y lo comprueba. El origen de la teoría es irrelevante: se puede hacer porque se le ha aparecido a uno la virgen: da igual; lo importante es que pueda confirmarse mediante la observación.

Pero el método hipotético-deductivo también tiene problemas. Nunca podemos estar seguros de haber examinado toda la información. Siempre existe la posibilidad de que una futura observación se cargue hasta la teoría más asentada; de hecho esto es precisamente lo que le pasó a Newton: Einstein, Heisenberg y otros herejes demostraron hace casi 100 años que el universo Newtoniano no era "El Universo", sino solamente una parte muy restringida: sus "leyes" no se cumplían ni en astrofísica ni en física cuántica. Prigogine vino más tarde a rematar el asunto con la teoría del caos, y la observación fenomenológica de solitones pone en duda incluso su validez en ámbitos en que la mecánica newtoniana se consideraba indiscutible.

Pero es que además, el método hipotético-deductivo falla en la propia lógica. Pongamos un ejemplo hipotético-deductivo: tenemos la teoría "T", y luego la observación física "O". Tenemos que si T es cierta, entonces se produce O, así que conforme a Newton, si vemos O, inevitablemente T está involucrada. Esto es falso. Un ejemplo: podemos tener la teoría (T) de que existe un Dios invisible llamado Zeus que vive en las nubes y lanza rayos sobre la tierra. Nos vamos a la comprobación y efectivamente comprobamos que caen rayos de las nubes (O). Si efectivamente existe Zeus, caerían rayos del cielo, y como caen, entonces es que Zeus existe. Pero esto, aunque es hipotético-deductivo no es un argumento lógico, sino falaz. Podría haber otras posibilidades que generen rayos, no solo Zeus.

La realidad es que en ciencia, cualquier observación de la naturaleza puede ser compatible con todo tipo de teorías, desde Dios hasta las leyes naturales. Muchas explican los mismos fenómenos perfectamente. A ésto se le llama el "principio de indeterminación de las teorías".

Así, un dato empírico por sí solo no puede confirmar ninguna de las que podrían explicarlo. La conclusión es que ninguna teoría científica puede demostrarse basándose únicamente en las observaciones físicas.

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A mediados del siglo XX, Karl Popper (a la izquierda) inaugura un nuevo método: el falsacionismo. En primer lugar, Popper indica que la observación de la naturaleza es siempre selectiva (no se puede observar todo), y por tanto el selector es siempre subjetivo; para evitar esta subjetividad, propone que siempre hay que crear la hipótesis antes de comenzar a investigar, sea porque se te cae una manzana en la cabeza, como las de Newton, por inspiración divina como las de Einstein, o tras un viaje con Ayahuasca, como las de Terence McKenna. Esto termina con el inductivismo.

En segundo lugar, Popper indica que nada universal puede deducirse de lo particular: que no puede haber enunciados científicos últimos, y no puede partirse de puntos de partida incuestionables a la hora de hacer ciencia, porque éstos no existen. Esto destruye el concepto de "prueba conclusiva", cargándose así también el método hipotético-deductivo.

La idea de Karl Popper y del falsacionismo, contrariamente al verificacionismo todavía dominante, es que ciencia es solo aquella que puede ser falseada. Si una teoría no puede ser falseada, no es ciencia. Es el acto de falsear una teoría lo que la descarta o la deja vivir un tiempo más. A esto se le llama el "criterio de demarcación". El falsacionismo postula que una teoría científica debe ser confrontada con los experimentos que con más posibilidades pueden demostrar que es falsa, y no lo contrario: hay que tratar a toda costa de derribarla, no de confirmarla, dado que la mejor manera de progresar científicamente es cargándose las teorías que no resisten un falseamiento. Por ejemplo, por millones de cuervos negros que veamos, nunca podremos afirmar que todos los cuervos son negros, sin embargo, el hecho de ver uno blanco descartaría la teoría de que todos son negros.

Sin embargo, el hecho de que una hipótesis resista diversos intentos de falsación no la convierte de ninguna forma en "realidad", puesto que como ya hemos indicado, Popper opina que no hay modo alguno de probar definitivamente nada: simplemente la corrobora provisionalmente.

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El falsacionismo no carece de problemas, y el principal es que es imposible falsear teorías definitivamente a base de datos empíricos. Así pues, en el ejemplo de los cuervos, el hecho de observar uno blanco podría deberse a otras circunstancias: podría haber sufrido una enfermedad desconocida que lo dejó blanco de forma sobrevenida, o podría ser una especie distinta, o podría ser un error del observador, una alucinación... siempre es posible encontrar algo.

Si una teoría no se cumple en el mundo real, uno puede siempre afirmar que la teoría es correcta, pero que una de las asunciones de las que partía es incorrecta. Ejemplo: tenemos una teoría de partículas y queremos comprobarla en el mundo real. Así pues, nos vamos a Suiza, al CERN (un acelerador de partículas) y a continuación experimentamos, para lo cual tenemos inevitablemente que aceptar las siguientes asunciones:

- Todas las teorías (de partículas, electrónicas, de ingeniería...) utilizadas en lo que creemos que sucede dentro del acelerador son correctas.

- Todas las teorías sobre cómo funciona el detector son correctas.

- Tanto el acelerador como el detector funcionan como fueron diseñados.

- Tanto el acelerador como el detector están siendo utilizados correctamente.

- Otras cosas que se nos han pasado de momento.

Nótese que algunas de las anteriores asunciones también dependen a su vez de otras asunciones, y así hasta el infinito.

Si nuestra partícula no hace lo que nuestra teoría dice que debía hacer, podemos achacarlo a todo ese conjunto de asunciones. Así que volveremos a intentarlo una y otra vez, gastando millones de euros del erario público o de donde sea para probar que lo que nos hemos imaginado es verdad. Así funciona la ciencia en el día a día.

Y si por casualidad la partícula hace lo debido, ¿podemos considerar probada nuestra teoría? Pues NO, porque un error en el resto de teorías significaría que la nuestra no es correcta. En consecuencia, las teorías no pueden comprobarse definitivamente ni falsearse definitivamente mediante datos empíricos, por mucho que provengan de aceleradores de partículas u otras cosas difíciles de pronunciar.

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Por tanto, el método de Popper tampoco nos vale. Su aportación más significativa es demostrar que las observaciones son seleccionadas por el ser humano y, en consecuencia, no son objetivas, sino plenamente subjetivas, y que nada puede demostrarse plenamente. Pero falla en la idea de falsearlas, porque en realidad es posible modificar cualquier teoría para hacerla compatible con cualquier información empírica que obtengamos. Es lo que se hace en realidad: cuando algo no funciona a nivel cuántico, los científicos se inventan una nueva partícula subatómica, llevan ya miles inventadas para sostener su visión, y eso sin tener una sola prueba concluyente de que siquiera existan las "partículas". No recuerdo qué científico afirmó que el Nobel de física debería otorgarse al físico que NO "descubriera" una nueva partícula ese anio. (Es cierto que nos hallamos contaminados con continuos dibujos y representaciones de partículas como la de la derecha, pero también es cierto que nadie podría afirmar racionalmente la existencia del infierno por el solo hecho de haber contemplado el panel izquierdo de "El jardín de las delicias" de El Bosco en el Museo del Prado, no?).

Otro ejemplo práctico de ésta capacidad imaginativa lo tenemos en Einstein. A Einstein no le cuadraba la gravedad de Newton en su teoría de la relatividad: no cuadraba que las cosas se atrajeran entre sí, así que se inventó la curvatura del espacio-tiempo, que es un genial ejercicio de imaginación consistente en que todos los cuerpos se mueven en línea recta y que lo que percibimos como órbitas... se debe a que el tiempo y el espacio se distorsionan para que parezcan órbitas... Y le dieron un Nobel! para que luego digan que en ciencia no se premia la creatividad artística... Por otro lado, las ideas de Einstein difieren profundamente de las teorías cuánticas, que se separaron en la famosa escisión Einstein-Bohr que hasta hoy divide a los físicos en dos ramas diferenciadas: una determinista (Einstein) y otra caótica o indeterminista (Bohr), que se perfila últimamente con muchas más posibilidades de ganar el "Mundial".

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Así pues, como no se puede confiar en los datos empíricos, los científicos se dedican a hacer asunciones que consideran lógicas y racionales (aunque no comprobadas científicamente) y se basan en ellas para decidir qué teorías se quedan. Se trata de los llamados principios formales (shaping principles). Fundamentalmente, lo que entendemos por ciencia son en realidad estos principios. Pongamos ejemplos:

- Uno de ellos es la uniformidad de la naturaleza; la creencia de que los procesos naturales operan igual en el pasado, en el futuro, en cualquier lugar... Esta asunción es el fundamento de las Leyes naturales, y se trata de una afirmación "acientífica", además de en crisis. Entre sus agresores se cuentan por ejemplo Bohm, Sheldrake, Abraham... Y es que es un dogma de fe. Sheldrake se carga esta idea en una frase: si las leyes naturales son constantes, tenían que estar allí antes de la creación, lo cual es absurdo; pero en caso contrario fueron creadas, y el hecho de que se pueda "generar" una Ley natural, destruye su significado como orden último de la realidad. Sheldrake propone que las Leyes naturales evolucionan junto a todo lo demás.

- Otro principio formal es que existe una realidad objetiva que se despliega ante nuestros sentidos. Una vez más tenemos múltiples disensos. Se trata de otro dogma de fe. El hecho de que sea convincente a nuestros sentidos no quiere decir que sea verdadero. Bohm pone inumerables ejemplos para sustentar su orden implicado y aclarar que lo que vemos solo es un resultado perceptivo-interpretativo de un orden superior (en clara convergencia con casi todas las tradiciones gnósticas desde el inicio de los tiempos, por otro lado).

- De la nada, nada surge (ex nihilo, nihil fit). Este principio es base de la ley de la causalidad. Así, algo que existe tiene que tener una causa. Ley de causa-efecto, base del mecanicismo. Es otra afirmación en crisis desde la mecánica cuántica. Bohm intenta salvar la causalidad con su interpretación causal de la teoría cuántica, pero para ello tiene que utilizar hipótesis todavía más imaginativas. Además, evidentemente si queremos hablar de la creación del Universo, o de la creación del creador del Universo, encontramos un problema con esta teoría. Inevitablemente la nada creó algo, o por contra "algo" existió que no fue creado. La causalidad no resiste la leve mirada crítica de un niño de 5 años; solo mentes contaminadas por adultos son capaces todavía de creerse el cuento.

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Luego hay principios especialmente diseñados para seleccionar las teorías que quedan como "científicas". Como los datos empíricos no ayudan a distinguirlas (debido al mencionado principio de indeterminación), estos principios van a ser siempre filosóficos, sociales, culturales..., principios ad hoc que no tienen nada que ver con la ciencia, pero que la fundamentan. Ejemplos:

- La navaja de Okham: según la cual la teoría más simple se prefiere a la compleja (cuantas menos hipótesis ad hoc tenga una teoría, mejor). Es algo completamente arbitrario. La naturaleza podría no tener la misma opinión que nosotros sobre si la realidad tiene que ser simple.

- Adecuación a otras teorías existentes: si una teoría es compatible con otras, queda. Se trata de otra tontería similar a la anterior.

- Capacidad para explicar una gran variedad de eventos: la teoría que más cosas explica, queda. Evidentemente es otra estupidez: Dios lo explica todo, por ejemplo: debería quedar.

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Solo de la interacción de estos y otros principios (que además suelen colisionar unos con otros) con la información empírica surge una teoría científica con un soporte "racional" suficiente. Habrán observado que no es que esto se parezca a asunciones filosófico-morales arbitrarias: es que efectivamente "SON" asunciones filosófico-morales arbitrarias. Pero hay más problemas, y es que no todo científico usa los mismos principios, al ser cada científico distinto del de al lado. Se da, por tanto, una competición "cultural" entre ellos bastante similar a las eternas disputas medievales en el seno de la Iglesia Católica sobre las escrituras y sobre qué evangelios debían guardarse y cuáles quemarse en la hoguera. Nada que ver con la prueba, la objetividad, el racionalismo... que se postulaban en los inicios de todo este mal sueño.

Finalmente, en caso de la existencia de dos o más teorías competidoras con el mismo apoyo de información fáctica y de principios formales, los científicos proceden a determinar qué teoría es la más "racional", y lo tienen que hacer "intuitivamente", puesto que no existe ningún método para determinar el grado de certidumbre de una teoría, pese a los múltiples intentos por encontrarlo. Así pues, al final sí que funcionan por intuición, basados en su contexto cultural, personal y en su conjunto de creencias.

Todos estos malabarismos para fundamentar teorías inventadas recuerdan a los que tuvo que hacer la Iglesia Católica cuando le salieron dinosaurios, redondeces de la Tierra, rotaciones en torno al Sol...

De todas formas, la tenacidad de los científicos en aguantar teorías sin evidencias suficientes es en cierto modo positiva, dado que si la ciencia abandonara toda teoría no demostrada plenamente, sencillamente no tendría ninguna.

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Y finalmente, cabe preguntarse: ¿Qué es todo esto?, ¿Ciencia o religión, filosofía, moral...?. La respuesta es sencilla: la Ciencia no existe. Al igual que Dios, que tampoco existe. Así que desde aquí se recomienda fervientemente a todo aquel que se sienta "ateo" y cientificista dejar de creer en la ciencia, ya que no es más que algo así como un "cristianismo reformado", fundado por cristianos, adoptado por cristianos, una reforma donde Dios es sustituido por las Leyes Naturales, donde sigue patente el mito de la creación (Big Bang) y la idea de un Universo organizado. Por eso se cree que el racionalismo servirá para entenderlo todo, porque todo fue creado por un ser racional; eso pensaban los cristianos en el siglo XVII y seguimos pensando nosotros a día de hoy. Lo dudan? pregúntense en ese caso lo siguiente: cuántos seres racionales ven ustedes a su alrededor?, no somos los únicos?, por qué tendría que ser el Universo entonces "racional"? la respuesta es clara y está en la Biblia: "Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza": esto es lo que esconde secretamente el ateísmo cientificista como fundamento último de su intento racional de descubrir la naturaleza, además de cientos de dogmas de fe que se asumen sin más (léase a Sheldrake al respecto).

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No hay un método científico y no hay "ciencia". Sólo hay gente religiosa de sus propias teorías haciendo experimentos con mucha fe y con objeto de ganar mucho dinero en la Shell o la NASA o en su defecto un Nobel, y luego algún que otro científico escéptico aislado, pero escéptico de verdad, no ese que duda solo de lo que se aleja de lo que sus papás le contaron. El escepticismo "sano" cuestiona los fundamentos del orden establecido y lo hace tambalearse, y no se dedica a chuparle el culo al poderoso y señalar con el índice al hereje: eso no sirve para nada.

Si se hace recuento de las teorías que "la ciencia" ha parido a lo largo de cuatrocientos años, tenemos que la práctica totalidad eran falsas. De hecho, solo cada 10 años se falsean 1/3 de los estudios científicos aparecidos, conforme a la revista Nature, y 2/3 en 20 años. Probabilísticamente hablando sería casi imposible que las teorías en las que actualmente creemos fueran ciertas.

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Algunos dirán. ¿Pero y la tecnología?, ¿La tecnología no es la prueba de que la ciencia es "real"?. La tecnología mola mucho, sí, y no nos metemos con la tecnología aquí para nada: de hecho sin ella este post sería imposible (nos gusta la tecnología), pero hay que entender que el hecho de que la tecnología funcione no quiere decir que las teorías sobre "por qué" funciona sean ciertas. Que sea posible internet no se debe inevitablemente a que la naturaleza sea uniforme en todo el Universo, por ejemplo. Afirmar lo contrario va contra la lógica, como hemos explicado con el ejemplo de Zeus. Las bombillas funcionan igual pese a que nuestras teorías sobre la luz han cambiado de plano desde Edison acá. Por otro lado, si usted presencia un milagro, sería absurdo hacerse religioso inmediatamente: ¿religioso de quién? Alá te puede explicar el milagro igual que Yaveh, Einstein, Buda o incluso el gran Dios Om.

Tampoco se pretende aquí criticar la investigación científica, que es profundamente necesaria, ni siquiera esos inventos que amenazan nuestra supervivencia, como la bomba atómica (recuerden a Einstein en la foto en la que nos saca la lengua, qué candor la criatura!), o el proyecto HAARP, que amenaza la estabilidad electromagnética de la ionosfera y al que se ha senialado como causa de los huracanes, terremotos y maremotos que nos asolan en esta nuestra última era humana regida por el Dios Shiva: respetamos la voluntad suicida del ser humano porque en este blog somos democráticos. Así, aunque creemos en la protección de las minorías y preferiríamos que se garantizara la supervivencia de los que no hemos firmado la "cláusula extintiva", somos conscientes de que vivimos en la dictadura terrible de la inconsciencia e irresponsabilidad colectivas: al parecer hay que desarrollar al ser humano a toda costa hasta que éste se extinga: ese es nuestro fin, o no?, o no hay ningún fin?.

No tiene sentido pedir que un manzano de peras, pero se puede transformar al manzano en peral. Así, lo que sí nos esforzamos en criticar son básicamente dos conductas: la conducta de "creo en la ciencia" y la conducta de "mejor que creas en ella o te quedas sin beca", por simplificar ambas: es decir, el aspecto religioso-dictatorial.

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Hay que madurar y dejar de depender de un sistema de creencias superior a uno mismo. Llevamos a Dios o a las Leyes Naturales con nosotros allá adonde vamos: es tristísimo; ¿Es que no somos capaces de afrontar la vida aceptando que no tenemos ni puta idea de qué es lo que nos rodea y que esto no va a mejorar hagamos lo que hagamos porque tenemos la inteligencia de un chimpancé y la voluntad de un pingüino borracho?

Lo que se van a divertir los antropólogos del futuro con nosotros y nuestras creencias... "los creyentes que no creían creer", nos llamarán, si es que se preocupan de estudiar estas épocas oscuras o si les dejamos algo que estudiar: comparen el Partenón con las Torres Gemelas y juzguen niveles de trascendencia arquitectónica, por no hablar de belleza...

23-Abril-2794: "Después del dórico, el jónico y el corintio, vino el "austero-grisáceo": hoy sabemos que en las eras de oscuridad, el hombre racionalista edificaba basándose en los bloques de construcción que de crío usaba para aprender las formas, pero su falta de creatividad le llevó a abusar de los cubos en detrimento de formas más interesantes y además ni siquiera coloreaba o tallaba sus edificios, pese a que sabemos que disponía de los medios para hacerlo" (Risas incrédulas de la audiencia). "A pesar de su manifiesta incapacidad arquitectónica, tenemos datos que demuestran la existencia de turismo para contemplar los bloques" (Carcajadas sonoras de la audiencia).

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Al final resulta que lo único que mata al bicho es que la gente deje de creer en él: así se desvanecía Fantasía en "La historia interminable", así se desvanecen las creencias, tragadas por la nada, porque tan solo son sostenidas por el intento de sus creyentes. No existe ninguna verdad objetiva en ellas, por lo que a lo largo de los siglos se van desintegrando como lágrimas en la lluvia.

Hoy lo que está cayéndole encima al racionalismo mecanicista determinista no es llovizna sino un chaparrón. Procede una evolución, un cambio en la manera de concebir el mundo, la entrada de un Nuevo Paradigma que elimine todos esos principios formales arbitrarios que hemos comentado, pero ¿cómo se cambia todo esto en un contexto en el que los científicos, apoyados por los intereses de ultrapoderosas corporaciones, se afferran a sus teorías y agreden con uñas y dientes a todo Galileo o Miguel Servet que trata de convencerles de su error?.

Kuhn habla del cambio de paradigma, de cómo el estamento científico va poco a poco aceptando nuevas teorías hasta que cambia el Paradigma fundamental. Max Planck, descubridor y bautista de la famosa constante cuántica de Plank, tenía sin embargo otra idea al respecto: él decía que "una nueva verdad científica no triunfa por medio de la convicción de sus oponentes haciéndoles ver la luz, sino más bien porque sus oponentes mueren y una nueva generación crece más familiarizada con la nueva teoría".

Así pues, lo único que podemos hacer es esperar a que todos mueran, lo cual, salvo que sigan a rajatabla el camino del guerrero de Castaneda, inevitablemente sucederá tarde o temprano.

Ya lo decía Darwin (a quien se criticará en su día): "solo la muerte de los no aptos asegura la evolución de la especie".

Derribar el viejo paradigma sería más fácil si los científicos fueran como moscas de la fruta, que evolucionan más rápido y son más fáciles de matar, como se muestra en este documento gráfico. De todas formas, si se fijan, se darán cuenta de que la mosca no es más que fantasía. En cuanto dejan de creer en ella, se convierte en un efímero grafiti urbano.